Orta (Horta de San Juan), el convento de Orta, la montaña de Sant Barbera, les Roques de Benet,...junto con el Sol y las estrellas forman un conjunto mágico, que debió cautivar al hombre antiguo y hacer del lugar una zona sagrada. Hoy la zona esta llena de bicicleros y otras personas amantes de la naturaleza, es una zona de nueva peregrinación que no tiene que ver nada con lo sagrado.
La historia de Orta (Horta de San Juan) es muy rica e ignorada, parece que solo han existido un pintor y un santo, nada de reyes, ordenes militares. íberos y cartagineses.
Orta es un territorio pobre, con poca agua, climas extremos en verano e invierno, mal comunicado con el Mediterraneo y el interior de la Península, pero de una gran importancia estratégica en una época de conflicto militar, la encontramos en la reconquista, guerra de sucesión, las carlistas, la guerra civil y también en las Púnicas. Dominar Orta es dominar el altiplano de la Terra Alta y con éste el Ebro.
El nombre de Orta aparece siempre relacionado con la luz, el amanecer, el nacimiento de la luz. No sabemos quien puso este nombre al pueblo y convento. En el sur de la península hay unas ruinas de un templo íbero, es complicado encontrar algún trabajo que nos hable de los ritos y creencias íberas, en este libro encontramos muchas coincidencias de ritos que se debieron practicar también en nuestro pueblo y de los que algunos aùn permanecen.
http://www.baenacultura.es/images/pdf/salsvm%206-7.pdf?fbclid=IwAR0XCSYtiYhSzlLYNWW9FKlNf6DIks4_pF-8PU2v1JHR4ZsDtF7c9Ipp5GQ
El fuego es considerado como un principio divino y no como un elemento más de la naturaleza, pues la llama que asciende actúa como vehículo de comunicación con la divinidad para conseguir que los deseos del ser humano se hagan realidad. Así, el fuego se puede entender como el fenómeno más directamente asociado a lo sagrado y desde tiempos prehistóricos ha tenido un lugar especial en las religiones y se ha relacionado con de manera directa con el Sol como fuente de poder y símbolo de la divinidad. En las ceremonias religiosas y ritos de casi todas las civilizaciones el fuego constituye un elemento mágico sumamente poderoso con dos valores primordiales asociados a la iluminación y a la purificación.
Su abundancia constatada en otros lugares de culto, como en el santuario costero de La Algaida en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), donde aparecen igualmente lucernas romanas de diferentes tipos y tamaños, ha hecho pensar que gran parte del ritual allí desarrollado consistía en la ofrenda de lamparillas encendidas en honor a una deidad de la luz y podrían documentar, al mismo tiempo, la celebración de ceremonias nocturnas, frecuentes en las divinidades que tienen que ver la fecundidad, el matrimonio, la descendencia y la salud.
Respecto del milagro de la luz o del sol se habla extensamente en el capítulo correspondiente (cap. 4). En este caso, conviene llamar la atención acerca del componente mágico y simbólico que tendría ese prodigio al iluminar el betilo sagrado todos los días del año, cuando el astro rey alcanzara su cénit, que la posibilidad de que sirviera para fijar una línea del tiempo a modo de calendario, sobre todo, teniendo en cuenta que la diosa venerada podría haber sido también Juno Lucina, la que ayuda en el parto a las mujeres encinta para “traer los niños a luz”.
Cuando desde un punto de observación fijo se sigue el ciclo anual del Sol sobre el horizonte (orto y ocaso) se pueden identificar con facilidad los puntos de las paradas solsticiales vernal y estival. Escacena (2009) muestra cómo los altares de los templos fenicios de Caura y El Carambolo seguían la orientación definida por la línea que une el orto solar el solsticio estival y el ocaso del solsticio vernal. Similar orientación ha sido descrita por Esteban y Escacena (2013a y 2013b) también para el santuario de Saltillo (Carmona, Sevilla), fechado entre mediados del s. V a.C. y la segunda mitad del s. VII a.C., con rasgos orientales atribuibles a la colonización fenicia. Estos autores también consideran la posibilidad de que la orientación estuviese relacionada con el ocaso de Venus, en su posición más extrema hacia el sur. El punto del orto equinoccial sobre el horizonte, que coincide con el cardinal este, no puede resolverse por observación directa, como en el caso de las paradas solsticiales. Una posibilidad es la segmentación bipartita de todo el recorrido solar sobre el horizonte de levante o de poniente entre los puntos extremos de los solsticios (Escacena 2009). Esteban (2002) y Esteban y Moret (2006) sugieren que para las culturas primitivas, el equinoccio astronómico quizás fuese un concepto demasiado abstracto y carente de utilidad práctica, y que el fenómeno astronómico, hasta cierto punto equivalente, que manejarían, sería el del “punto medio temporal entre ambos solsticios” que denominan “día mitad”, definido como el día situado a la mitad del periodo de tiempo que se extiende entre ambos solsticios, de verano a invierno o viceversa. No obstante, la orientación de tumbas y santuarios a los puntos equinocciales tiene un amplio recorrido en la cultura íbera. Así, Esteban (2002), en su estudio de un conjunto de 15 santuarios iberos en el levante peninsular, encuentra que la orientación a los equinoccios (o próxima) es la más frecuente (56%), aunque también documenta santuarios claramente alineados a los solsticios. Un reciente trabajo ha abordado el análisis arqueoastronómico de la orientación definida por los muros del santuario de entrada del oppidum ibérico del Cerro de las Cabezas de Valdepeñas (Ciudad Real), resultando que dos de los muros principales del edificio se orientan respectivamente hacia la salida del Sol en los equinoccios y en el solsticio de verano; además, la relación equinoccial se ve reforzada con el descubrimiento de que el orto solar en dicho momento del año se produce sobre una de las montañas más lejanas visibles desde el yacimiento (Esteban 2016). En la necrópolis del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén), la orientación más frecuente (54%) es al equinoccio (Fernández–Sánchez, 2012). Baquedano y Martín (2009) estudiaron las orientaciones astronómicas de 187 necrópolis tumulares vetonas en La Osera (Ávila) y El Cigarralejo (Murcia), fechadas en torno al 400 a.C. Las orientaciones más frecuentes son los acimuts 135º y 225º, que los autores relacionan con el inicio y fin de la visibilidad del planeta Venus en fechas definidas (1 de febrero y 1 de noviembre, para los ss VI–III a.C.), pero que también son las bisectrices entre los puntos equinocciales y el cardinal sur. Una revisión más reciente sobre la importancia de las orientaciones equinocciales se puede encontrar en Esteban (2013).
http://mgiribetshistoria.blogspot.com/2015/09/horta-de-sant-joan_6.html
https://historiaorta.blogspot.com/2019/03/y-si-el-nombre-de-orta-horta-de-san.html
https://historiaorta.blogspot.com/2019/03/orta-es-la-madre-de-dios.html
SIMBOLOGÍA DE LA LUZ
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba confusa y vacía y las tinieblas cubrían la haz del abismo, pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: «Hágase la luz»; y la luz fue hecha (Génesis 1, 1-3).
De este modo solemne narra la Biblia los primeros pasos de la creación del mundo. Es la escena que muestra, cuando está cerrado, el tríptico de "El jardín de las delicias", de El Bosco: rodeado de una negrura impenetrable donde sólo emerge la imagen del Eterno, un mundo grisáceo y desolado representa el caos indiferenciado y acromático del inicio. Al abrirse el tríptico, surge el color y, con él, el movimiento y la vida.
Para percibir esta animación, este hálito de vida que proporciona el color, el Hágase la luz es imprescindible. La luz se presenta, pues, como un poder ordenador y vivificador del universo. No puede extrañamos que los pueblos primitivos de todas partes hicieran del sol, fuente de luz y de vida, principal objeto de adoración.
Desde muy antiguo, el sol y la luz se asimilaron a la idea de Dios. En las Sagradas Escrituras este tipo de comparación es muy frecuente. San Juan, por ejemplo, después de afirmar que En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres (Juan 1, 4) hace decir a Jesucristo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida (Juan 8, 12).
También en el Corán encontramos la misma idea: Dios es la luz de los cielos y de la tierra (...) ¡Luz sobre luz! Dios dirige a Su Luz a quien El quiere (Sura 24).
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba confusa y vacía y las tinieblas cubrían la haz del abismo, pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: «Hágase la luz»; y la luz fue hecha (Génesis 1, 1-3).
De este modo solemne narra la Biblia los primeros pasos de la creación del mundo. Es la escena que muestra, cuando está cerrado, el tríptico de "El jardín de las delicias", de El Bosco: rodeado de una negrura impenetrable donde sólo emerge la imagen del Eterno, un mundo grisáceo y desolado representa el caos indiferenciado y acromático del inicio. Al abrirse el tríptico, surge el color y, con él, el movimiento y la vida.
Para percibir esta animación, este hálito de vida que proporciona el color, el Hágase la luz es imprescindible. La luz se presenta, pues, como un poder ordenador y vivificador del universo. No puede extrañamos que los pueblos primitivos de todas partes hicieran del sol, fuente de luz y de vida, principal objeto de adoración.
Desde muy antiguo, el sol y la luz se asimilaron a la idea de Dios. En las Sagradas Escrituras este tipo de comparación es muy frecuente. San Juan, por ejemplo, después de afirmar que En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres (Juan 1, 4) hace decir a Jesucristo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida (Juan 8, 12).
También en el Corán encontramos la misma idea: Dios es la luz de los cielos y de la tierra (...) ¡Luz sobre luz! Dios dirige a Su Luz a quien El quiere (Sura 24).
La ciencia nos dice que la luz son fotones, unas partículas muy diminutas que tienen la dualidad de poderse estudiar como partículas o como energía, ésta como una onda. Su energía estaría relacionada con su frecuencia de onda, es decir con lo junto o separadas que estas ondas están, la velocidad que llevan estos fotones es la de la luz. Los fotones tienen una masa que es la que pierde el cuerpo emisor de la radiación y gana el cuerpo receptor de la radiación, la masa perdida y ganada es la misma, siendo igual a la energía del fotón dividido por la velocidad de la luz al cuadrado.
Un átomo, cuerpo es exitado y los electrones pasan a una capa de menor energía y la energía sobrante la envían como un foton. este foton va por el universo y cuando encuentra otro cuerpo o átomo este lo puede absorber o bien lo puede reflejar como si fuera un espejo.
La luz es un conjunto de diferentes ondas energéticas de diferentes longitudes de onda, que nos dan lugar a los colores básicos del arcoiris. Un cuerpo emisor emite todas las longitudes de onda del visible e impacta en un cuerpo que puede absorber todas, ninguna o parte de ellas, si un cuerpo lo vemos de color blanco es que no absorbe ninguna y es un cuerpo frio, si vemos un objeto de color rojo es que ha absorbido solo la luz con todas las longitudes de onda del visible, menos la del color rojo y si un cuerpo es de color negro es que ha absorbido todas y no refleja ninguna, siendo en este último caso un cuerpo caliente, pues parte de la energía radiada por la luz, se convierte en calor.
Pensar hoy en día que el Sol, la luz o el fuego son Dios o algo sagrado es algo cómico, es como pensar que la bombilla de led que tengo ahora en mi habitación es un pequeño Dios, como absurdo es pensar que a su hijo lo mataron lo romanos.
Newgrange
La luz solar es uno de los grandes motivos de mitificación y conexión con los dioses a lo largo de toda la historia. MacGregor destaca en su libro el misterio del túmulo de Newgrange, construido en Irlanda hace unos 5.000 años, antes que las pirámides de Egipto y que el monumento megalítico de Stonehenge. La tumba se halla bajo una enorme bóveda de piedra oscura (85 metros de diámetro), erigida dentro de una colina artificial. El interior es seco, frío y oscuro. “Pero no es ésta una oscuridad común y corriente, sino que fue concebida con un propósito determinado”, explica el historiador.
Cada año, exactamente desde las 8.58 y hasta las 9.15 horas del 21 de diciembre -si las nubes lo permiten-, un rayo de sol alcanza una abertura en la entrada de esta estructura de la Edad de Piedra; después avanza, se concentra en una viga dorada de 15 centímetros de ancho, discurre por un pasaje entre megalitos y penetra por fin en la cámara abovedada, iluminando la piedra del fondo donde antaño se enterraba a los muertos. Es la primera luz del sol naciente cuando éste comienza a desplazarse hacia el norte después del solsticio de invierno. “Se trata de la promesa cósmica, ofrecida en lo más profundo del periodo invernal, de que la luz y el calor volverán y crecerán nuevas cosechas”. Una luz que llega a los muertos. “El cielo y la tierra se unen. Desde ese momento el sol estará cada vez más cerca, los días serán más largos y comenzará una nueva vida”.