miércoles, 9 de diciembre de 2020

Los remedios san salvador


 

https://sanchoamigo.wordpress.com/category/sintesis-de-la-historia-de-la-iglesia-en-los-paises-de-habla-hispana-en-america/06-sintesis-de-la-historia-de-la-iglesia-en-cuba/


http://cesbor.blogspot.com/2018/11/sobre-san-salvador-de-horta-y-borja.html

La Bruja de San Salvador 

Hasta finales del año 1894 existieron en la calle San Roque entre San Cristo y San Jacinto (hoy José Martí entre Hnos. García y Gonzalo de Quesada unos colgadizos en ruinas de granadero embarrado y tejas, que fueron propiedad de una señora llamada doña Ana de Rojas, cuya edad era imposible de calcular por lo vieja y arrugada, habitando parte de la casa desde el tiempo de ñaña seré, quien llegó a convertirse para los remedianos, algo así como un personaje célebre. Su hogar era desordenado, con un espejo roto lleno de telarañas, casi en la puerta de la casa y un escaparate de caoba que por la acción del tiempo y la suciedad no se le reconocía el color, y según ella fue traído por los piratas que arribaron a la bahía del Tesisco bajo de Morgan, por acá una hamaca de henequén ruda, una alacena cubierta de hollín donde guardaba sus golosinas, un fogón hecho con tres piedras enormes en el medio de la sala, un sillón sin pajilla en la cocina, taburetes con las patas partidas, en fin un verdadero antro de suciedad y desorden, únase a esto la caterva de perros, gallinas conejos, cerdos, etc. Y las consiguientes plagas de ratones, cucarachas, chinchas y demás insectos que te puedas imaginar. Esta señora era muy devota de San Salvador de Horta, patrono de uno de los Barrios en los que se divide el pueblo para competir en las tradicionales parrandas, manifestación más rica y autentica del territorio, estando encargada de la limpieza de un templo erigido en honor a este santo católico en uno de los extremos de la villa, desaparecido hace muchos años, a donde iba todas las tardes apoyada del brazo de una esclava suya, negra conga muy obediente y voluntariosa llamada Manuela, para tocar personalmente las campanas y así llamar a misa a los feligreses de los alrededores, entre otras cosas daña Ana le fascinaba enterarse de la vida y milagro de toda la gente del barrió y como por esa época el vecindario se recogía temprano a dormir, salía con el cabello revuelto y un palo con una vela encendida en la punta, dando gritos por la calle para atemorizar a los vecinos, no ser reconocida y enterarse de primera mano de cuanto acontecía. Estos acontecimientos hicieron que cundiera el pánico en la zona y no hubiera alma viviente en todos aquellos contornos por muy corajudo que fuera, que se atreviera a poner un pié fuera de la casa por algunos gajitos para un cocimiento, ni para recoger centeno, pues como se comentaba la cosa no era para menos, pues se decía que salían por el barrio espíritus, diablos y almas en pena y hasta la gritona de la calle de la Mar había perdido el rumbo y salía cuando le parecía, susto mayúsculo para los descarriados que veían caer la noche alejados del techo hogareño. Por aquellos tiempo estaba de Comisario un señor llamado Dan Antonio Abad González “La Rabia” por su carácter y terquedad quien no creía en muertos, ni diablos y atrapando a Doña Ana infragante; dándole palos hasta casi romperle las costillas. Después de esto la señora no temía a nada n a nadie, persiguiendo con sus armas de defensa, una guataca vieja ,bayoneta amarrada en el extremo un palo aparentando una lanza con las que mantenía a raya a quienes se atrevían a entrar a su patio a robarle tamarindos, mangos, cafetos y nísperos. Doña Ana vivía del alquiler de cuartos y la venta de frutos, hay quienes aseguran que tiraba la suerte de las barajas, predecía el porvenir y hasta preparaba brujerías por algunos reales. Se cuenta que terminó sus días allá por los últimos años del siglo XIX, recostada en una hamaca de henequén siendo columpiada por su sirvienta mientras gritaba desaforadamente echando ajos y cebollas contra sus enemigos. Aquella anciana de la cual dicen salía aún después de muerta con el pelo envuelto y una vela en la punta de una vara, pasó a los anales de la vida y ha llegado hasta nosotros a través de la tradición oral como “La Bruja de San Salvador”.